1968
En 1968, el Establecimiento Correccional y de Detención para Mujeres ocupaba un edificio de aspecto conventual, donde el área destinada a reclusión estaba dividida en tres sectores: San José, Tabaré y Centro de Observación.
A esa institución ingresaron las dos primeras presas políticas, en octubre y diciembre de 1968. Imputadas por "Asociación para delinquir", fueron destinadas a compartir una misma habitación con las presas comunes consideradas menos conflictivas y que estaban pasando por esa "etapa de prueba".
1969
Desde marzo a noviembre de 1969 ingresaron 20 detenidas políticas, procesadas por Asociación para delinquir, Asistencia a la Asociación, Tenencia de armas, etc. Se trata en todos los casos de mujeres muy jóvenes -el promedio de edad es de 22 años- y con alto nivel educativo. Varias eran estudiantes universitarias o maestras (el 28/10/69 ingresa Elena Quinteros, por ejemplo).
Esto es parte de lo que pasaba en las calles. Movilizaciones de protesta, represión, muertes y un gobierno cada vez más autoritario.
1970
8 de Marzo de 1970 "Operación Paloma" Fuga de 13 compañeras por la puerta de la Iglesia.
1971
"Operación Estrella" 38 de las 43 presas políticas que estaban en Cabildo recorren 40 mts. de túneles por la red cloacal en una operación coordinada desde el exterior de la Cárcel. Cuando finalmente se concretó la acción, cuatro compañeras optaron por permanecer en Cabildo y otra tampoco participó, porque estaba internada en el Hospital Militar.
Las compañeras que quedaron en la cárcel luego de la segunda fuga fueron trasladadas inmediatamente a Cárcel Central. Allí permanecieron mientras el espacio destinado a las presas políticas, dentro de Cabildo, se reformaba de manera total.
Finalizada la adecuación del edificio, se produjo el traslado. Las instalaciones del "Centro de Observación" habían sido sustituidas por una batería de 11 celdas, separadas por corredores (planchadas) de menos de un metro de ancho. En el ángulo de la celda estaba el inodoro y una pequeña pileta. En cada celda se ubicaron a tres o cuatro compañeras elegidas arbitrariamente por el Director, un Comisario de Penales que comandaba un equipo de funcionarias que ejercerían la custodia, las 24 horas del día.
Todo contacto entre las compañeras se había hecho muy difícil. La salida al patio: poco tiempo y por separado. Las celdas pares en un momento y las impares en otro. Físicamente era imposible el trabajo en común, la discusión y el estudio. La comida era pésima y la atención médica muy difícil de obtener. Era necesario transformar esa situación.
1972
A principios de 1972, se decide hacer una acción para que los reclamos de un trato más humano fueran tenidos en cuenta. Es así que quienes habían salido al patio se negaron a entrar; al ser reprimidas por la guardia, las compañeras que estaban en las celdas golpearon las puertas y reclamaron a gritos ser atendidas.
Finalmente, consiguieron que el juez y las autoridades de Penales se prestaran a dialogar y a considerar los reclamos que se les hacían. Fueron nuevamente trasladadas a Cárcel Central -mientras se arreglaban los destrozos- pero a la vuelta muchas de las reivindicaciones habían sido tenidas en cuenta. A este suceso épico y poco conocido, se le llamó "el Cabildazo". Es por actos como éste que nuestro Sitio es considerado además de un espacio de reclusión, un Sitio de Resistencia.
La situación de la cárcel había mejorado en algo luego del Cabildazo, pero la disciplina seguía siendo muy estricta en lo relacionado a la movilidad dentro del celdario. Para lograr una distensión en ese aspecto, se acordó con la Dirección que una celda cada día pudiera actuar como "fajina" para atender a través de las mirillas los pedidos de las compañeras - agujas de tejer, libros, ropa y los platos de comida que venían de la cocina- también debían hacerse cargo de la limpieza de las zonas comunes del Penal- barrer el patio, lavar la planchada. La autorización para tener la puerta abierta daba libertad a esas tres o cuatro compañeras. Podían ordenar y limpiar su propia celda, ya que había más espacio para movilizarse. Y su rol era fundamental cuando se veía aparecer por la puerta que había en el muro que daba a la calle, a un equipo de Penales a realizar una requisa. Estas mejoras conseguidas por las compañeras luego del Cabildazo se mantuvieron hasta el 1977, aunque la disciplina siguió siendo muy estricta.
1973
El Golpe de Estado no implicó un cambio sustancial en la situación interna de la Cárcel. El cambio se había producido antes, cuando a partir del 15 de abril de 1972, aprobado el Estado de Guerra Interno, los civiles iban a ser juzgados por la Justicia Militar, aplicando el Código Penal Militar y aumentando así las penas. Es así que las compañeras que caen a partir de esa fecha pueden tener una perspectiva de muchos años de reclusión. El Golpe de Estado había confirmado la idea de que las condiciones políticas del país no se iban a revertir con facilidad y que el estar en la cárcel podía no ser una circunstancia pasajera sino que podía prolongarse durante mucho tiempo, consumiéndonos el futuro.
1974
Hasta la fecha habían pasado por la cárcel algunos niños que visitaban a sus mamás mientras éstas completaban su condena. Cuando a partir de 1972, las "caídas" fueron mucho más masivas, algunas de estas compañeras que estaban embarazadas volvían del Hospital Penitenciario o del Hospital Militar con un bebito que nos traía a la realidad cotidiana de ayudar a criarlo. Pañales limpios y secos; la celda lo más calentito posible en invierno. Esto último no era fácil porque sólo contábamos con un pequeño calentador "de rulo", útil para calentar el agua del mate, pero escaso para calentar aquellas celdas siempre húmedas, de piso de hormigón. Quizás algún abuelo angustiado trajo un estufa eléctrica.- Los niños nos comprometían a todas y no sólo a la mamá.
1975
El miedo al traslado tomó forma real cuando varias compañeras del MLN fueron nuevamente llevadas al interrogatorio y la tortura. Ellos revisaban expedientes, rebuscaban relacionamientos o simplemente buscaban intensificar el dolor por las pérdidas que cada una había sentido. Algunas compañeras nunca volvieron a Cabildo. Las trasladaron directamente a Punta de Rieles o tuvieron que bancarse una nueva cana en un cuartel o Jefatura antes de alcanzar la libertad. Para quienes nos quedábamos, al miedo por la propia vulnerabilidad se le sumaba el dolor de la incertidumbre por no saber de las que se habían llevado.
1976
Con la obtención de información del exterior se buscó siempre compensar la falta de percepción de la realidad a la que el encierro en la cárcel nos sometía. Los familiares, siempre presentes, fueron entonces nuestros vínculo con el "afuera" y nuestro sosten siempre. Sin el vínculo con los familiares, su apoyo material, su espíritu siempre alto, la confianza que se trasmitía por los deditos que se podían tocar a través del tejido del locutorio, no habríamos podido soportar la incertidumbre y la lejanía.
1977
Finalmente, en los primeros días de agosto se concretó el traslado a Punta de Rieles. Desde días antes se sabía que se iba a concretar; preparadas para ese trance, las compañeras enviaron a sus casas todo lo que consideraban de valor: cartas y regalos de los compañeros; fotos de sus amores; libros queridos.
El último día había que desprenderse de una de los últimos afectos: el pelo, que era para muchas su identidad. Una compañera le fue cortando el pelo a cada una.